“Sentir
la vida echándose en mis hombros” dice Manuel Castilla en sus
versos. Y siento que es lo que acaba de hacer Griselda Rulfo en este poemario.
Creo firmemente que su palabra estuvo frenada, haciéndose carne en lo íntimo y
ahora surge como un estallido, una flor inesperada en un desierto de fuego. A
esa otra vida que urdió en silencio, fue llegando sin que se diera cuenta la
poesía: ya madura y con una espesura de alta belleza. Belleza que se desata a partir de su
propia desnudez, fuerte, valiente, tajante,
luz que destruye ese vitraux de sombras que hizo suyo. Es un honor
aportar estas palabras y preanunciarles
a ustedes, lectores, que estos poemas tienen el énfasis del sol cuando
despierta.
Lily Chavez
Hay una implosión, un efecto
secundario en estos versos, por la unión de “exactas diferencias en un pacto a no cumplir”
“Sollozo
y grito. Grito y sollozo” dice Griselda Rulfo, mientras muerde las
uñas de la palabra para no ser devorada por los abandonos, “para no romperse en mil pedazos esa
historia que no cuenta” “de orgasmos grises” y “verticales
sombras en el plumaje”
Es admirable su generosidad de expresión en la brevedad,
como la luz y el filo de las aristas de un diamante.
Una mujer inmensa se
vislumbra bajo los vendajes, se asume otra en la esperanza que defiende con la
misma furia exhibida en la tinta.
En “Masticar rabia” la
poesía rompe el papel, la superficie, las venas y traspasa al lector tanta
intimidad, tanto dolor estético.
Claudia
Tejeda
Que puedo decirles a estas dos amigas - hermanas, excelentes poetas, más que gracias por su entrega.
ResponderBorrarFelicitaciones, Griselda, por este sitio tan ameno.
ResponderBorrarUn brindis por las comentaristas de la contratapa, se unieron las buenas voces.
Desde Rosario
Betty Badaui